martes, 24 de julio de 2007

Día del orgullo en el planeta Affinity. Descartado para el Creatura 19.

13 X 21 Delirio vano è questo!

Día del orgullo en el planeta Affinity.
(Reivindicación, innecesaria, de la heterosexualidad.)


Cuaderno de bitácora, fecha estelar, treinta y siete de brumario de 47777. Hora, más o menos, son las siete.
No puedo consignar la hora con exactitud pues el reloj que me regaló mi hija antes de partir para esta misión se ha roto al caerle una gota de orujo del desayuno. Parece ser que estos de rolex ya no hacen los relojes como antes. Y menos teniendo en cuenta lo que le ha costado el reloj a mi mujer, que es la que lo ha pagado realmente.
Hace unas horas que aterrizamos en el planeta Affinity de la galaxia 1:433. Estamos en la ciudad de Illescas, considerada la capital cultural ya no de este planeta, sino de esta galaxia. Rivaliza en esa faceta con la ciudad de Yuncler, en un planeta próximo. Acude a recibirnos el alcalde de la ciudad caracterizado por su anchas cejas y su hablar engolado. Pese a ello parece un hombre simpático. La ciudad ha sido elegida entre todas las de la galaxia para celebrar el día del orgullo heterosexual y venimos encargados de tomar nota para futuras celebraciones en nuestro planeta. Y también para bailar en una de las carrozas.
El alcalde nos invita al primero de a bordo y a mí a una cena de confraternización. Veo que el alcalde le pone ojos al primero de a bordo. Pese a ello acepto la invitación para no herir sus sentimientos. Y también para fastidiar al primero de a bordo que me tiene harto con el manual de vestimenta. No me deja llevar la camiseta roja y blanca que caracteriza a nuestra tropa por fuera. Insiste en que me la meta por dentro del pantalón azul. Es un picajoso y estaré alegre si el alcalde… Hago caso al mando y no incluyo en mis bitácoras palabras malsonantes.
Cuaderno de bitácora. Misma fecha. Más o menos tres horas más tarde. Asco de vida sin reloj.
Deliciosa comida. Veo que el alcalde le guiña un ojo al primero de a bordo y me sonrío malévolamente. Les hago una foto para enseñársela a la doctora de a bordo, prometida del primero de a bordo. La comida está compuesta de animales muertos y de vegetales también muertos. Los animales muertos tienen nombres que no he oído en mi vida pero saben a pollo. Todo en el universo acaba sabiendo a pollo. Y lo prefiero porque recuerdo con amargura el día que comimos aquel pollo en la galaxia 1:895 y que sabía horriblemente a zapatilla congelada. Tras la cena el alcalde procede a explicarnos el cómo y el por qué de la celebración a la que mañana asistiremos.
En un principio toda la galaxia era heterosexual, pero a partir de no sé qué año (lamento la falta de exactitud pero no soy bueno para las fechas) la fama de la homosexualidad fue creciendo. En principio la homosexualidad estaba tan mal vista como llevar calcetines blancos con zapatos o peor. Los homosexuales se escondían o se casaban con personas del sexo contrario para disimular. Tener un hijo homosexual era peor que tener un hijo enterrador. La cosa fue cambiando poco a poco cuando el futbolista más famoso del planeta declaró su homosexualidad. Todo su equipo lo hizo con él. Presentadores de televisión, médicos, músicos y camioneros se hicieron homosexuales. Dice el alcalde que se hicieron porque en realidad no lo eran, como no lo era el presidente del gobierno que declaró serlo. Poco a poco la heterosexualidad fue perdiendo prestigio. Los chicos salían y se besaban con chicos y las chicas con chicas. El último rasgo de heterosexualidad se eliminó con la censura de las películas de Steven Segal, que en esta zona del universo era un mito. La procreación se realizaba en clínicas sin casi intervención sexual. La iglesia católica declaró la heterosexualidad una práctica prohibida y excomulgó a Steven Segal. Así sucedió que durante siglos nadie se atrevió a pronunciar la palabra heterosexual. Aún así había conocidos casos, sobre todo entre famosos escritores. Se penó la heterosexualidad con la cárcel. En todas partes había heterosexuales escondidos, pero la gente hacía como que no existían. Algunos mantenían a su pareja y a la vez una relación heterosexual con una vecina del quinto. El movimiento heterosexual se creó hace poco más de treinta años. Son pocos aún los que lo declaran abiertamente (a esto se le llama salir de debajo de la cama), pero cada vez son más y van ganando terreno. Sobre todo porque los que lo son y lo declaran tienen un foro importante en los medios de comunicación. Los heteros son tenidos por cultos, inteligentes y con un gran gusto. Sus principales ocupaciones son la moda, la peluquería y el rugby. Últimamente un ciclista se declaró heterosexual así como un alcalde y dos sacerdotes. Es curioso como la historia se repite continuamente.
El alcalde le ha tocado el culo al primero de a bordo, que ha dado un respingo.
Cuaderno de bitácora. Fecha estelar treinta y ocho de brumario del mismo año. No puedo calcular la hora por más que miro el sol. El primero de abordo me recuerda que en este planeta hay cuatro soles y que ninguno marca la hora.
He decidido que el que bailará en la carroza será el primero de abordo. Desgraciadamente para mi plan de venganza contra él sólo pueden bailar en las carrozas mujeres desnudas. La cabalgata es un poco aburrida. Las carrozas son un poco tristes y en ellas sólo bailan unos pocos hombres algo pasados de peso y con exceso de pelo por todas partes. No hay mujeres apenas. Me recuerda la discoteca de mi pueblo. Desde luego la fiesta del orgullo hetero es un poco triste porque no hay posibilidad de practicar sexo heterosexual. Lo más que se hace es proyectar películas en las que se ve a gentes que sí lo hacen. Los espectadores gruñen entusiasmados. Al finalizar el acto se lee un comunicado en el que se piden mujeres . Es todo un poco triste. De vuelta a la nave pienso en lo iguales que somos todos en todas partes y en que mi reloj ha desaparecido. Culparé al primero de abordo a ver si de una vez le destinan a zapadores. Fin de las notas del viaje a Affinity.

viernes, 13 de julio de 2007

El hoyo

En el principio era el hoyo. Y el hombre lo adoraba. Y se llevaba con él a la mujer, que por supuesto, también lo adoraba. Y también los niños. Y el amigo del hombre también iba por allí, más a comer pipas que a otra cosa, pero también adoraba al hoyo. O hacía como que lo adoraba. Y todos se reunían en torno del hoyo para verlo crecer como un niño al que se dan vitaminas.
Un día vinieron unos tipos feos y asquerosos y llenaron el hoyo de una pasta horrible. ¿El hombre se enfadó? Al revés se puso contento. Y la mujer también se puso contenta. ¿Por qué? No lo sabemos, tal vez fueran tontos. El caso es el que de las pipas seguía tan ricamente comiendo pipas como un campeón el tío.
Otro día vinieron otros tipos aún más feos y asquerosos que los anteriores y que además decían unas palabras gordísimas. Tan gordas eran que no les cabían en la boca y tenían que decirlas con dos bocas o tres bocas. El caso es que se pusieron a rellenar el hoyo recubierto de pasta hasta el techo los muy burros. El tío de las pipas se entusiasmó con aquello y comía pipas tan deprisa que dos veces se comió el dedo índice de la mano derecha y dos veces hubo de comprarse uno nuevo en una dedería de su barrio donde los tenían baratos pero le estaban pequeños. En fin, que al hombre y a la mujer les gustaba una barbaridad aquello de rellenar el hoyo.
Otro día el hombre y la mujer vieron que todo estaba bien. Y todo estaba bien. El de las pipas por no manchar dejo de comerlas y se limitó a mascar lo que pillaba por ahí: hormigas, cables o gomaespuma, lo mismo daba.
El hombre y la mujer llenaron el hueco con multitud de bibelots y cosas parecidas, que aunque al lector le parezcan cursis en verdad lo eran, pero no todas. El de las pipas se dio a la bebida con motivo de tan festivo acontecimiento y estuvo a punto de morir al confundir, en plena efusión etílica, churras con merinas. Estas últimas se enfadaron por la confusión y estuvieron persiguiéndole hasta que casi le dan alcance. ¿Qué querían de él? Pues que van a querer, comérselo, por supuesto.
El caso es que el hoyo ya estuvo lleno de cosas y también se llenó de gente. Hasta el de las pipas iba por allí. El hombre y la mujer estaban tan contentos como si hubieran ganado el mundial o como si fueran Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas que siempre están felices como tontos. El hoyo ya no era un hoyo. Era otra cosa pero me da vergüenza decirlo.
- Ande, no sea tonto, dígalo usted.
- Verá, señorita, me da mucho apuro.
- ¿Es muy fuerte?
- No. Bueno sí. Bueno no.
- Dígalo y le enseño un tobillo.
- ¿A qué le llama usted tobillo?
- A esto que tengo encima del ombligo.
- Si es así se lo digo, pero con la condición de que enseñe también los muslos.
- Hecho.
- Verá, querida lectora, queridos todos, el hoyo no era otra que lo que había sido siempre.
- ¿El qué? ¿El qué?
- Pues el vestidor de la Pili.

miércoles, 11 de julio de 2007

La cigarra y la hormiga

La Hormiga

Érase una hormiga muy chiquitita y muy trabajadora que siempre, siempre estaba trabajando como si no hubiera otra cosa que hacer en la vida. Un día la hormiguita se tronchó una antena y no pudo encontrar el camino de vuelta al hormiguero. Pero llegaron sus amigas las hormigas. “Ya estoy salvada” Pensó la hormiguita. Pero sus amigas se la llevaron al hormiguero y la guardaron en la despensa para comérsela el siguiente invierno. Con lo que la hormiguita se quedó muy triste, pero muy buena de sabor.

La Cigarra

La cigarra era una tía vaguísima que no hacía más que comer pipas y hablar con todo el mundo. Se pasaba el día tumbada en el suelo, sin hacer nada. Bueno silbaba unas canciones muy bonitas, tanto que nunca le faltaba de nada, porque la gente le tiraba cacahuetes y chuletas de cordero de esas que crecen en los árboles.
La hija de la hormiga también era muy trabajadora. Un día de repente apareció un píe y la aplastó. La tonta de la hormiga se murió. Y ya está.


La hija de la hormiga también era muy trabajadora. Un día de repente apareció un píe y la aplastó. La tonta de la hormiga se murió. Y ya está.

La hija de la cigarra tampoco hacía nada. Excepto comerse unos platos tremendos de patatas fritas, que así estaba la tía de buena y de simpática. Un día vino un príncipe cigarra y tan buena estaba que se la llevo a su palacio para verla comer, que lo hacía muy bien y muy divertido.

La hija de la hija de la hormiga era muy muy trabajadora y muy muy guapa. Así su capataz un día se acercó a ella y le dijo. “Chati, estás para comerte”. Como a la hormiga sólo le gustaba trabajar dijo “Ande y chúpese un píe” Pero el capataz no la dejaba trabajar hasta que se dejase comer. Así que cada día le daba un trozo de sí misma. Una pata, una antena. Y el tío se lo comía rebozado, porque si no las hormigas están malísimas. Así hasta que se quedó en nada. Pero nada de nada.

La hija de la hija de la cigarra se pasó la vida sin mover un músculo. Y se lo pasaba estupendamente contando chistes y haciendo el tonto. Tenía una casa grandísima que había ganado en un concurso de contar chistes. Y ya no sé más.

La hija de la hija de la hija de la hormiga también era muy trabajadora. Tanto trabajó que un día de repente explotó y nada más se supo de ella.

La hija de la hija de la hija de la cigarra un día dio una patada a un bote. En España que es dónde ella vivía, pasaba que si la dabas una patada a un bote o era coca cola o era romano. Resultó que tocó romano. Se lo vendió al British Museum, que son unos egoístas ladrones, y se forró.

lunes, 9 de julio de 2007

Poesía en los bares



En Mayo y gracias al afán y al trabajo de Ramón organizamos, más bien organizó Ramón, un recital poético en el bar O'conell de Illescas que es donde nos reunimos a montar el Creatura. El acto estuvo bien, aunque algo deslucido por el exceso de humo que a Ana Rodríguez y a mí casi nos lleva a la tumba. He aquí el gran montaje que organizó Ángel. El texto es lo único que yo aporté.

Mansamente

La concejalía de cultura del pueblo donde vivo, Torrejón de la Calzada, organizó un concurso de poesía local. No lo gané, por supuesto, aunque resulté premiado junto a otros seis. He aquí alguno de esos poemas.

Como ya no tomo lexatín, me cuesta mucho dormir. En esos ratos sin sueño pienso a veces en ti. Pienso en lo inconveniente de amarte y en otras inconveniencias paralelas y asociadas a ese amor. Pienso también en tus pechos.
Y en que el lexatín me adormecía dulcemente.


Querría hacerte tres o cuatro preguntas, creo que no me harán falta más, sobre tu vida, el mundo y cómo llegar hasta tu casa. De todas la importante es la última, porque sin ella no podré llegar a tu puerta y quedarme allí un rato pensando si llamo o si me vuelvo a casa.

En las tardes, a eso de las ocho, y muchas veces antes, la ausencia de lexatín y tal vez la tuya se me agarra al corazón y me lo agita como tu pelo al bailar. Y no sé si es al lexatín o a ti a lo que más echo de menos, aunque entiendo que con él tu ausencia era casi insignificante.

Te me vas enredando en los pensamientos como se enredaría mi mano en tu pelo tan rizado. Te apareces asociada a ideas que nada tienen que ver contigo: comida, agua, olor a ropa limpia.
No entiendo bien cómo o qué pienso, pero me gusta el olor a ropa limpia.