miércoles, 24 de febrero de 2010

NO VOY

Como tú sólo eres tú en la cercanía, puedo no pensar en ti en la distancia. Como tú sólo eres tú y nada más que tú en la cercanía, me alejo de ti todo lo que puedo, porque así estoy más tranquilo. Me crece menos el pelo. Y puedo no pensarte si no te estoy viendo mirarme. Y no tengo que correr porque te has vuelto a acercar a mí y me has dicho algo y he vuelto a sentir que se me agolpan las palabras en la lengua y que tengo que decírtelas. Esas palabras. Y por eso, porque te has acercado, vuelvo a correr y no te insulto, porque ya no tengo fuerzas para buscar más palabras o para parar las que he ido pensando. Y corro. Porque realmente no sé qué más hacer. Sólo puedo seguir. Y esperar que estés lejos. Y ya perderé el equilibrio cuando te acerques. Y lo recuperaré cuando te vayas. No voy a seguir. No voy a seguirte. Me he cansado de ser bueno, de que me digas que soy bueno. De que te acerques y me digas lo bueno que soy. No voy. Como tú no eres tú cuando estás lejos y no te veo, ni te acercas, puedo no pensar en ti, o pensar un poco y regodearme en ese miedo incontenible, ese miedo que nunca me dará cesantía, y luego dejarte y no pensarte ni nada, acabarte. Y como ahora soy menos yo o tal vez otro yo, pues me alejo de ti lo que puedo. No voy. No voy. Pero lo sabes. No digo que no. Esperaré.