miércoles, 11 de julio de 2007

La cigarra y la hormiga

La Hormiga

Érase una hormiga muy chiquitita y muy trabajadora que siempre, siempre estaba trabajando como si no hubiera otra cosa que hacer en la vida. Un día la hormiguita se tronchó una antena y no pudo encontrar el camino de vuelta al hormiguero. Pero llegaron sus amigas las hormigas. “Ya estoy salvada” Pensó la hormiguita. Pero sus amigas se la llevaron al hormiguero y la guardaron en la despensa para comérsela el siguiente invierno. Con lo que la hormiguita se quedó muy triste, pero muy buena de sabor.

La Cigarra

La cigarra era una tía vaguísima que no hacía más que comer pipas y hablar con todo el mundo. Se pasaba el día tumbada en el suelo, sin hacer nada. Bueno silbaba unas canciones muy bonitas, tanto que nunca le faltaba de nada, porque la gente le tiraba cacahuetes y chuletas de cordero de esas que crecen en los árboles.
La hija de la hormiga también era muy trabajadora. Un día de repente apareció un píe y la aplastó. La tonta de la hormiga se murió. Y ya está.


La hija de la hormiga también era muy trabajadora. Un día de repente apareció un píe y la aplastó. La tonta de la hormiga se murió. Y ya está.

La hija de la cigarra tampoco hacía nada. Excepto comerse unos platos tremendos de patatas fritas, que así estaba la tía de buena y de simpática. Un día vino un príncipe cigarra y tan buena estaba que se la llevo a su palacio para verla comer, que lo hacía muy bien y muy divertido.

La hija de la hija de la hormiga era muy muy trabajadora y muy muy guapa. Así su capataz un día se acercó a ella y le dijo. “Chati, estás para comerte”. Como a la hormiga sólo le gustaba trabajar dijo “Ande y chúpese un píe” Pero el capataz no la dejaba trabajar hasta que se dejase comer. Así que cada día le daba un trozo de sí misma. Una pata, una antena. Y el tío se lo comía rebozado, porque si no las hormigas están malísimas. Así hasta que se quedó en nada. Pero nada de nada.

La hija de la hija de la cigarra se pasó la vida sin mover un músculo. Y se lo pasaba estupendamente contando chistes y haciendo el tonto. Tenía una casa grandísima que había ganado en un concurso de contar chistes. Y ya no sé más.

La hija de la hija de la hija de la hormiga también era muy trabajadora. Tanto trabajó que un día de repente explotó y nada más se supo de ella.

La hija de la hija de la hija de la cigarra un día dio una patada a un bote. En España que es dónde ella vivía, pasaba que si la dabas una patada a un bote o era coca cola o era romano. Resultó que tocó romano. Se lo vendió al British Museum, que son unos egoístas ladrones, y se forró.

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