lunes, 25 de enero de 2010

EL HOMBRE SALVAJE

He estado corriendo. Me he sentido libre. Fuerte. Salvaje. He corrido hasta que no he podido más. Hasta que me ha dolido todo el cuerpo. Sudaba, boqueaba, babeaba. Y he seguido corriendo. Más y más. Hasta que ya no he podido. Hasta que me he caído al suelo. Sudoroso, muerto, buscando aire desesperado. He corrido y hubiera corrido más. Porque mientras lo hacía, con violencia, mi corazón saltando, mi corazón tan rápido que me dolía, que lo sentía por primera vez en mucho tiempo, mi corazón era el que mandaba. El que enviaba la sangre. Era mi corazón y no lo demás lo que mandaba. Al fin mi corazón. Sólo mi corazón.

Y era todo sólo violencia. Movimiento. Por fin. Movimiento. Violencia. Rabia. Más rápido. Más rabia. Más fuerza. Más. Todo más. Sangre. Sudor. Saliva. Y dolor. Todo el dolor por fin en mi costado. Por fin de verdad. Por fin dolor cierto y localizado. Por fin ahí, poder señalarlo con el dedo y marcarlo y tocarlo. Ese dolor de verdad. Que lo puedes tocar y aumenta. Que no lo puedes frenar. Que no hay manera de pararlo. Que duele y que gusta y que quieres que duela más. Y más y más. Porque es cierto. Y por fin hay algo cierto, algo que puedes tocar. Algo.

Y tumbado en el suelo he comprendido que ese dolor era el salvaje. El hombre salvaje que llevo dentro de mí y que grita desde hace días por salir. El hombre que quiere estar solo. Y que para estarlo puede huir de todo. Lo suyo. Lo bueno. Lo que ha creado con sus manos. Lo que ha hecho él mismo. Lo que ha sudado y ganado. El que para estar solo puede acabar con todo. Destruirlo todo. La tierra. El mundo. La vida. Todo. Su vida. Lo que haga falta. Por estar solo y no saber nada. Y no querer nada. Y no desear nada. Sólo estar solo.

Y destruir el mundo, la vida, todo. En un afán único de que todo termine y deje de ser lo que es. Y deje de molestar. Y todo pase. Y él pueda hacerse un lado. Y ver el mundo. Ver. No tocar. No vivir. No sentir. Ver. Sólo ver. Y que así el mundo pase. Y nada más. Y todo pase. Y el tiempo pase. Y todo pase. Y nada más. Y el mundo acabe o no. Que da igual. Que todo da igual. Que el tiempo pase. Y todo pase. Y el mundo se acabe. Qué más da. Mirar o no mirar. Echarse a un lado. Y nada más. Sin el mundo. Sin nada. Sin nadie. Nada. Nada al fin. Hacer la nada. Crear la nada. Sólo la nada. Y disfrutarla.

Y hacerla yo. La nada. Romperlo todo. Tirarlo todo. Joderlo todo. Y matarlo todo. Y que nada quede. Destruir el mundo. Acabar con el. De la mejor forma posible. De la forma que se me ocurra.

El hombre salvaje. Yo. El hombre que no quiere. Ni es querido. El hombre que corre para no destruirlo todo. Para no romperlo todo. Para no acabar con todo. El hombre que no habla para no morder. El que corre no para huir, ni para llegar, el que corre para aplacar, para que todo siga vivo.

El hombre salvaje. El que viene. Ya está listo.

No hay comentarios: